viernes, 28 de octubre de 2011

EL MONTE TESTACCIO

La historia de este relativamente pequeño monte es muy curiosa. Básicamente, la ciudad de Roma recibía grandes cantidades de ánforas cerámicas que, cabe recordar, eran la base del transporte de los productos en aquella época. Dichas ánforas tenían una vida útil limitada, los romanos, haciendo gala de su espítitu organizador, decidieron que las ánforas no podían ser desechadas y abandonadas sin orden ni concierto, y por ello designaron un espacio para su depósito, en aquel momento un terreno plano. Dicho proceso comenzó en el s. I dC. Tres siglos más tarde y depositados 25 millones de ánforas, lo que había sido una llanura pasó a ser un monte en toda regla, con una altura de cerca de 50 m., un perímetro de 1490 m., y con una superficie total de aproximadamente 22.000 m2..

Cabe destacar la contribución de Hispana a la construcción de dicho monte, ya que gran parte de las ánforas procedían de la Bética, de donde se importaban grandes cantidades de aceite de oliva. Dichas ánforas llegaban originalmente por vía marítima al puerto de Roma. El destino final de las ánforas eran unos almacenes donde se formó el Monte Testaccio, el gran vertedero de ánforas usadas. Unos 2000 años después se ha convertido en un extraordinario lugar del que se obtienen datos para conocer la historia económica del Imperio romano.

Las ánforas del Testaccio, fuente histórica de primera magnitud

Sobre las ánforas romanas se escribían una serie de datos, en un cierto sentido equivalentes a las etiquetas de los recipientes modernos.
En el monte Testaccio, donde, por sus características particulares - los tiestos eran recubiertos de cal para evitar los malos olores -, se han conservado una gran cantidad de información epigráfica.
Los sellos impresos sobres los restos de las ánforas dan información sobre, el propietario del aceite, los nombres de los productores o de los hornos donde era fabricada el ánfora. A veces incluyen una información más completa, indicando el día o el año de fabricación y el nombre de quienes controlaban la producción.


La Bética, potencia exportadora de aceite de oliva

La provincia romana de la Bética (Andalucía, España) era, según los historiadores romanos, una de las grandes productoras de aceite de oliva. Ya Estrabón, en época de Augusto, afirma que a Roma llegaban de la Bética numerosas naves, de gran tamaño, con productos alimentarios, entre ellos el aceite y el prestigioso GARUM.
La prospecciones arqueológicas realizadas en el valle del Guadalquivir han demostrado que la zona de producción de aceite y ánforas se concentraba entre Córdoba, Sevilla y Écija. Este área fue ampliamente habitada desde la antigüedad, debido a la riqueza de sus yacimientos minerales, que fue la causa principal de la prosperidad y el desarrollo económico de la región. La agricultura se convirtió rápidamente en uno de los pilares de la actividad económica, gracias a la fertilidad del suelo y a la disponibilidad de agua dulce.

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